Cuenta la leyenda que en un pequeño pueblo costero, había un pescador. Era
un hombre bueno y noble, que nunca le negaba un favor a nadie y siempre estaba
dispuesto a ayudar a quienes lo necesitaran.
Cada mañana salía con su pequeña barquita a pescar. Al atardecer, cuando
regresaba, todo el pueblo esperaba su llegada, pues siempre repartía entre los
habitantes muchos de los peces que había capturado durante la jornada.
Un día, como siempre, cogió su pequeña barquita y salió a pescar. Era un día
extraño, diferente. Había nubes negras en el cielo que anunciaban tormenta,
pero decidió salir a navegar de todas formas. Esa tarde no regresó...
Todos los vecinos del pueblo fueron, como cada tarde, a esperarle. Viendo que
no llegaba, regresaron a sus casas. La tarde siguiente, todos los vecinos
volvieron a la playa a esperar al pescador. Tampoco llegó. Y así un día, dos,
tres, ... Al cuarto día, muchos vecinos (la mayoría) ya no fueron a esperar su
regreso. Decían, enfadados, que el pescador había desaparecido dejándoles sin
la comida que les proporcionaba cada día. Otros vecinos (algunos) si que fueron
a la playa como siempre. Estaban preocupados, pues creían que era posible que
algo malo le hubiera pasado. Deseaban que estuviera bien, a salvo, pero tampoco
hicieron más por saber de él. Sólo un vecino, muy extrañado por tantos días de
ausencia, decidió salir a buscarle. Cogió una barquita que estaba en la playa y
navegó y navegó hasta que, a lo lejos, vio la barca del humilde pescador boca
abajo. Cuando estuvo cerca, allí lo vio a él también, agarrado a proa, casi sin
fuerzas, con dolor y tristeza en los ojos. Le ayudó a subir, no sin esfuerzo,
con él a la barquita, le abrigó, le dio agua, algo de comer, y ambos regresaron
al pueblo.
Algo así es la amistad. En los momentos buenos todo el mundo está a tu lado.
Cuando algo va mal, muchos te olvidan, incluso te mal juzgan sin conocer las
razones o motivos de una determinada actitud o situación. Otros (sólo unos
pocos), se preocupan por ti, incluso te ofrecen su ayuda, pero quizás no la que
en ese momento se necesita (tender la mano desde la orilla del mar es como
decir frases como "si necesitas algo, dímelo", "puedes contar
conmigo para lo que sea", "ya sabes dónde estoy"). En cambio una
persona, sólo una, es la que realmente te ayuda, sin esperar a que lo pidas,
sin esperar a verte hundido del todo.
Y es que, seguramente, muchos de nosotros nos hemos sentido náufragos en algún
momento de nuestra vida. Algunas personas nos han olvidado. Otras nos han
ofrecido su ayuda sin dárnosla. Otras nos han ayudado realmente. Incluso
algunas veces, hemos tenido que volver nadando a la orilla sin ayuda de nadie.
David SV
Me gustaría escribir como tú, lo intento y no me sale muy mal.
ResponderEliminarEs cierto, muchas personas te dicen, ya sabes que me tienes, sabes donde estoy, pero eso no sirve. Que poquitas, muyyy pocas a veces nadie, aparece en ese momento que necesitabas. No sé tengo mucha intuición, no me creo la mejor person, pero aparezco de la forma que sea, en el justo momento, no se si es un don, o una casualidad. Me gusta lo que escribes