No cerraste la puerta cuando te marchaste. Tú crees que
sí, pero no lo hiciste, y yo no tengo fuerzas para levantarme y dar un portazo
que acabe con este frío que vive conmigo desde que no estás.
Te fuiste con el mismo silencio con el que llegaste, como
el de un beso que no se da, el último, el que me debes. Quiero mi último beso.
Y mi abrazo. Una despedida no puede ser despedida si no hay beso y abrazo. No
puede haber un final sin la palabra FIN.
He descubierto que Cupido no se lleva las flechas que
dispara. Las deja clavadas en los corazones para que sea el tiempo el que las
haga caer, como el otoño hace con las hojas de los árboles. ¿Cuántos otoños han
de pasar para que desaparezcan?
La flecha que lleva tu nombre sigue perforando mi ser,
desde el corazón hasta la cabeza, desde mis sentimientos hasta mis
pensamientos. Debe ser algo parecido a vivir con una bala alojada en la cabeza.
No dejas de sangrar y no sé si moriré de amor o moriré por gilipollas, porque
soy yo quien dejé que te clavaras y soy yo quien no consigue sacarte.
Y es que yo no sé jugar a eso de olvidarnos. Nunca se me
ha dado bien borrar pedazos de mi vida en los que he sido feliz, aunque en el
final haya un borrón. Me pasaba lo mismo en el colegio, también prefería pasar
los apuntes a limpio.
Yo por si acaso, no voy a cerrar la puerta. Tiene que
estar abierta para poder salir corriendo si algún día me necesitas. O para que
entres tú. O para que Cupido venga a llevarse tu flecha.
David SV
Muy bueno David! :)
ResponderEliminarMuchas gracias Gaston! :)
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